Más del 40 por
ciento de la población dominicana vive actualmente en condiciones de pobreza, a
pesar de todas las cifras de crecimiento macroeconómico que adornan los
informes oficiales.
La pobreza se ha
escapado sin ningún esfuerzo del quehacer de los gobiernos y los políticos de
la República Dominicana. Les ha dejado, si acaso, una ligera esencia con la
cual perfumar sus discursos y reportes para que puedan mostrar un leve olor a
pueblo necesitado, que viene muy bien, sobre todo durante los períodos electorales.
Entretanto, la
pobreza, con todo su maldito esplendor, repta, se arrastra, explota y no se
esconde, en los mismos lugares donde siempre estado, y algunos nuevos,
asfixiando, nada más y nada menos que al 40 por ciento de la población de esta
media isla. Casi la mitad de los dominicanos y las dominicanas, cuya población
total, si se hace caso del informe final del XI Censo Nacional de Población y
Vivienda 2010, asciende a 9,445,281 personas.
Al menos ese 40 por
ciento es la cifra sobre la pobreza que ha dado a conocer el Ministerio de
Economía, Planificación y Desarrollo al publicar la nueva metodología oficial
de medición de la pobreza en República Dominicana. Según esos cálculos,
4,037,980 (40.2 por ciento) ciudadanos y ciudadanas de este país viven en
condiciones de pobreza, y de ellos, 1,024,881 (10.4 por ciento) sobreviven en
la pobreza extrema.
Pero ahora, hasta
el vocablo se ha tornado elusivo, y los que hasta hace muy poco eran
simplemente pobres, en la actualidad pueden ser necesitados, personas de
escasos recursos, sectores menos privilegiados, segmentos de la población más
vulnerables, creando un eufemismo sociológico que ha alcanzado y de algún modo
lastra los esfuerzos asistencialistas que despliegan las autoridades para
intentar mitigar el mal y sus consecuencias. Con no muy buenos resultados, la
verdad sea dicha.
Porque, ya no es
cuestión solamente de tratar de ahuyentar un poco la pobreza, sino de enfrentar
de una vez la abismal desigualdad que se impone cada día más en la sociedad
dominicana y que no deja muchos resquicios para una efectiva lucha contra el ya
casi epidémico empobrecimiento de la población.
Esta no es una
problemática nueva, ni tampoco exclusiva de la nación dominicana. Los pobres
hablan en casi todos los idiomas y necesitan recursos en la mayoría de las
monedas que tienen curso legal en los mercados del mundo.
En este país, en lo
que concierne a la lucha contra la pobreza, ha habido muchos años malos y otros
peores. Si la sima más profunda fue en el año 2004, con más de un 49 por ciento
de la población sumida en la pobreza, los años siguientes han sido períodos de
ascensos a cuentagotas, que de ninguna manera guardan correspondencia con los
publicitados índices de crecimiento económico que reflejan los informes del
Banco Central de la República Dominicana (BCRD).
Y la pobreza campea
por las ciudades, pero se adueña de los campos. Poco importa si es en el Este
turístico, en el Norte cibaeño, en la zona fronteriza o en el llamado "Sur
Profundo", como la provincia San Juan de la Maguana, donde vive la joven
Helen Mateo Mora, de 16 años. Allí, por doquier imperan la falta de
oportunidades y el desempleo, que se decanta en una migración sin freno que
despuebla el interior de la República, para propiciar el hacinamiento y la
arrabalización en los barrios de la periferia de las principales urbes del
país.
Esta adolescente
que ha decidido no quedarse al margen de la labor social que despliegan varias
organizaciones no gubernamentales en su comunidad, dice conocer en qué consiste
el Programa Solidaridad que desarrolla el gobierno, aunque considera que no es
de gran ayuda para que una familia pobre pueda subsistir, pero "de algo
sirve".
La joven Helen no
es precisamente una partidaria de la construcción del Metro de Santo Domingo.
"Aquí en la República Dominicana, el principal problema es que hay mucha
pobreza y el gobierno gasta dinero en cosas innecesarias, por ejemplo el Metro.
Eso fue un dinero que no debió gastarse habiendo tantas necesidades en el
país".
Una situación
similar vive César Jonas Báez, de 25 años, uno de los pocos jóvenes estudiantes
universitarios con los que quizás pueda contar el futuro de su natal
Cañafistol, también en San Juan. Y sólo es quizás, porque César estudia idiomas
en el Centro Universitario Regional del Oeste de la Universidad Autónoma de
Santo Domingo (CUROUASD). Él sabe que en su comunidad no hay trabajo para
nadie, ni habrá, a menos que haya una inversión significativa del gobierno en
la agricultura de la zona, y entonces, sólo entonces, tal vez los niños, los
"echaeldía" -como llaman por allá a los menores jornaleros- del campo
sanjuanero podrán ir tranquilamente a la escuela a aprender, sin tener que
sudar sobre la tierra para ayudar a su familia a sobrevivir, a pesar de
Solidaridad y la bienintencionada donación de RD$500 cada mes.
Muchos jóvenes,
como Helen o como César, de los que aún defienden con dientes y uñas sus
esperanzas y sueños desde el ámbito rural, reconocen la importancia y el
impacto del Programa Solidaridad, pero algunos ni siquiera lo identifican como
parte de una política sostenida y sostenible para luchar contra la pobreza.
Los pobres, más
allá de los números
Por toda esa
caracterización sociológica es que expertos como la antropóloga social Tahira
Vargas insisten en analizar la pobreza más allá del elemento cuantitativo:
"Si se analiza la pobreza, solamente mirando cuántos son los pobres,
cuánto tienen, cuánto ganan, en términos cuantitativos, se pierde la óptica en
términos de la vida cotidiana de la gente, porque la pobreza hay que mirarla
principalmente desde la cotidianidad, desde la perspectiva de las relaciones
sociales y de las oportunidades que tiene la gente".
La pobreza se ha
convertido en un imbricado tejido social, cuyos hilos se entrelazan y
extienden, como un círculo vicioso, entre causas y consecuencias con áreas tan
sensibles para la población, como la salud, la educación, el acceso a agua
potable y los servicios básicos, sin olvidar la brecha digital.
Al respecto, el
economista Pavel Isa Contreras considera que "en la economía dominicana
existe una muy alta incidencia de morbilidad, prevaleciendo una baja
productividad de la población por las condiciones de salud, que sufrieron
cuando eran niños y niñas y que también sufren en la actualidad", al
tiempo que advierte que "una población enferma no puede ser productiva, ni
puede generar sus propios recursos, como para salir de la pobreza".
El crecimiento por
su lado
Durante los últimos
años, en República Dominicana ha habido crecimiento económico y estabilidad
macroeconómica también. Ahí están las cifras, y para que nadie las olvide, nos
la recuerdan alrededor de un centenar de veces cada día los portavoces oficialistas.
Según los números
que aporta el Banco Central, cuyos datos acerca de la pobreza, dicho sea de
paso, difieren de los publicados por el Ministerio de Economía, Planificación y
Desarrollo, el movimiento, casi siempre ascendente, del crecimiento económico,
comenzó a partir del año 2004.
En ese año, cuando
el ya ex presidente Leonel Fernández asumió el poder por segunda vez, se
reportó un crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) de un 2.5 por ciento,
entre los meses de julio y diciembre. En 2005, la República Dominicana se ubicó
entre las naciones de mayor crecimiento económico con un 9.3 por ciento, que un
año después alcanzó un 10.7 por ciento, el más elevado, según aclara el Banco
Central, registrado por la economía criolla en los últimos 19 años.
Para el 2007, el
crecimiento del PIB fue de 8.5 por ciento, que descendió, doce meses después, a
un 5.3 por ciento, y que en el 2009 fue de 3.5 por ciento. Durante el año 2010,
la economía de República Dominicana creció un 7.8 por ciento, en tanto que el
año pasado volvió a descender, esta vez a 4.5 por ciento, cuando el PIB
totalizó RD$2,119,301.8 millones y en dólares, US$55,666.0 millones.
En general, el
Banco Central informó que el crecimiento promedio entre los años 2005 y 2011
fue de un 7.1 por ciento.
Mientras, los
números del índice de pobreza en el país reportados por el BCRD sitúan en el
2004 el punto más crítico, con un 43.4 por ciento, que a octubre del 2011,
había descendido, de acuerdo con los datos del Banco Central, a un 34.3 por
ciento.
En este sentido,
Isa Contreras llama la atención sobre el hecho de que no se trata sólo de
implementar una política que se limite a mantener la muy ponderada estabilidad
macroeconómica, como ha sucedido hasta el momento. "Es cierto que la
estabilidad macroeconómica es un requisito necesario, pero no es suficiente
para hacer que las economía y el aparato productivo generen suficiente empleo.
Tiene que haber una política inducida, de estímulo directo a los sectores
productivos, para que éstos generen los empleos que se necesitan, y no
sencillamente garantizar estabilidad macroeconómica y dejar que la economía se
comporte como ella quiera".
Un mero recorrido
por la geografía nacional muestra que el horizonte más urbano de República
Dominicana comienza a reventar de tantas torres con aspiraciones de
rascacielos, mientras en provincias alejadas de la capital, como San Juan de la
Maguana, los jóvenes se lamentan por la falta de empleos en la agricultura y
denuncian la falta de oportunidades de que son víctimas.
Sobre este tema, la
antropóloga social Tahira Vargas opina que "si se invierte todo el dinero
en las principales ciudades y se descuida y se abandona, como ha pasado en la
pasada gestión de gobierno, el resto del país, se fortalece la migración hacia
las zonas urbanas, se incrementa el hacinamiento, la violencia social y la
desigualdad".
Otra evidente
distorsión en este galopante progreso que se ha intentado implementar en el
país es el de basar ese acelerado crecimiento económico, como también señala la
experta, en el sector de la construcción, donde, ciertamente, más rápido se
pueden crear de fuentes de empleo, pero que por lo general se centran en la
contratación de mano de obra poco o no calificada, y si se focaliza en las
principales ciudades, genera más migración de la población rural.
Vargas señala otra
arista de este problema, y es que "gran parte de los empleos en
construcción, están ocupados por migrantes haitianos ilegales, con sueldos muy
bajos", y que, por supuesto no forman parte del Sistema Dominicano de
Seguridad Social (SDSS).
La pregunta de
siempre: ¿asistencia o asistencialismo?
Los números del
Sistema Único de Beneficiarios (SIUBEN), que maneja el Gabinete Social de la
Presidencia bajo el sosegado liderazgo del hasta hace unos días vicepresidente
de la República, Rafael Alburquerque, también van un tanto por su lado. De
acuerdo con las estadísticas publicadas en la página web de la institución, el
total de pobres en el país, al 2011 ascendía a 3,155,134, distribuidos en
840,960 hogares.
La creación del
Programa Solidaridad, en el año 2005, garantizó cierta asistencia a corto plazo
a cientos de miles de familias de las más pobres del país. Actualmente, este
programa beneficia a 800 mil hogares con el subsidio Bono-Gas Hogar en todo el
país; de las cuales 622,537 mil familias reciben la transferencia Comer es
Primero y 454,587 con Bono-luz hogar. Asimismo, el Incentivo a la Asistencia
Escolar (ILAE) llega a 240 mil familias.
En Solidaridad, el
gobierno invirtió el pasado año RD$ 7, 799, 091,654.
El problema con
este tipo de programas es que están pensados de forma inmediata,
proporcionándole a los hogares elegibles para recibir la asistencia, una
transferencia monetaria para ayudarlos a solventar, de alguna manera las
necesidades más acuciantes en términos de seguridad alimentaria y otros
apremios, pero no les garantiza ni sostenibilidad, ni permanencia.
"Ninguno de ellos resuelve lo que origina esa pobreza. Para erradicar la
pobreza, es preciso atacar las causas, entonces lo que tenemos aquí es
asistencialismo", precisa Tahira Vargas.
Pavel Isa Contreras
es partidario de estos programas de asistencias condicionadas, que transfieren
dinero a un segmento específico de la población, previamente determinado, a
cambio de que esos beneficiarios cumplan con algunas condicionalidades, que,
por lo general tienen que ver con garantizar la asistencia escolar de los
menores y el acceso a ciertos servicios de salud, como la vacunación.
Tras las huellas de
Lula
Los éxitos
comprobados de la política de reducción de la pobreza logrados por el gobierno
del ex presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula Da Silva y ahora por la
mandataria Dilma Rousseff , le deben haber quitado el sueño a más de uno de los
líderes que nos gastamos por estos lares, y sin embargo, citar esos mismos
logros continúa sonando bien en los discursos de algunos políticos, como una
incipiente pista de que también República Dominicana podría transitar por ese
camino y llegar, quizás, a resultados similares.
Sin ir más lejos,
no podría ignorarse que el programa "Quisqueya sin miseria", que
recién anunció el flamante presidente Danilo Medina en su discurso de toma de
posesión, está inspirado en "Brasil Sem Miséria", o "Brasil Sin
Miseria", el plan nacional de lucha puesto en marcha recientemente por la
presidenta Dilma Rousseff en el gigante sudamericano, para sacar 16,2 millones
(8.5 por ciento de la población de 190 millones de habitantes) de brasileños de
la pobreza a través de iniciativas de transferencia de dinero en efectivo, de
inclusión productiva y de mayor acceso a la educación, la salud, el saneamiento
y la electricidad.
Además, de acuerdo
con el Ministerio de Desarrollo Social y Combate al Hambre de Brasil, creado en
el año 2004 por Lula Da Silva, el programa hace hincapié en la inclusión
productiva, a nivel nacional y regional, con el aumento de las habilidades y
capacidades de los ciudadanos para desempeñar un papel activo en la economía
nacional.
Cualquier semejanza
con la experiencia dominicana, debe ser muy a propósito, aunque habría que
salvar las distancias en lo que a los recursos para la implementación de tales
planes se refiere, pues Brasil constituye ya una potencia mundial emergente,
con un PIB en el año 2011 que alcanzó los US$2.282 billones, mientras República
Dominicana apenas da brazadas para mantenerse a flote en un mar proceloso de
crisis, deudas y otras tantas rémoras, como la corrupción, flagelo este último
que tan diligentemente está combatiendo el gobierno brasileño.
La palabra del
nuevo Presidente
Danilo Medina
Sánchez es el nuevo Presidente de República Dominicana, pero no había dicho
muchas cosas con respecto a nada, a no ser lo que se mencionaba en su bien
elaborado programa de gobierno y su muy esperado discurso de toma de posesión,
pronunciado el pasado 16 de agosto.
En cuanto al
programa de gobierno para el período 2012-2016, llama la atención que su punto
de acción inicial sea justamente el de proporcionar "Vida digna y
saludable para toda la población", declarando como su primera prioridad el
combate a la pobreza y la defensa de la clase media.
"La pobreza no
es únicamente la falta de ingresos, sino también la falta de capacidades y
oportunidades, exclusión y carencia de reconocimiento social, así como insatisfacción
de las necesidades básicas y debilitamiento de las relaciones interfamiliares y
comunitarias". Así describe el problema el documento que debe ser la base
de las políticas a desarrollar por el nuevo gobierno dominicano.
La meta planteada
es reducir la pobreza extrema, "sacando de ella a 400 mil personas",
o sea a cerca de la mitad de los 1,024,881 dominicanos y dominicanas que
resisten en esas condiciones. Con los planes de reducir la pobreza, el
presidente Medina, en su programa de gobierno también pretende llevar a un
millón quinientas mil personas desde la pobreza a la clase media.
Asimismo, asegura
que el "esfuerzo por la reducción de la indigencia y la pobreza y la
ampliación y defensa de a clase media, es un esfuerzo nacional que requiere un
abordaje de todo el Gobierno y toda la sociedad, mediante una adecuada
articulación entre las políticas económicas sociales e institucionales
(...)".
Otra idea -cuidado
con las semejanzas brasileñas- es la de la creación del Ministerio de
Desarrollo Social y Familia.
En su primera gran
intervención pública como Presidente dominicano, Medina explicó cómo articulará
el Programa Solidaridad, de transferencias condicionadas y focalizadas, que
será fortalecido y al que se le adicionarán al menos 200,000 nuevas familias,
con la estrategia Progresando, desarrollada bajo el liderazgo de la entonces Primera
Dama, ahora Vicepresidenta de la República, Margarita Cedeño de Fernández, y el
ya mencionado programa Quisqueya Sin Miseria.
Además, hizo
referencia al inicio de otro programa: el de Banca Solidaria, que deberá echar
a andar con un capital de RD$1,000 millones, y se prevé que en su primer año de
operación beneficie a 75 mil personas pobres, especialmente a las mujeres jefas
de hogar, con bajas tasas de interés.
"Este programa
persigue afianzar la inclusión financiera y al sistema productivo, que
provocará una democratización del derecho al crédito, y la creación de capital
social utilizando la metodología de grupos solidarios", explicó Medina en
su discurso.
¿Prioridades
imposibles?
No obstante, la
pobreza continúa reproduciéndose, mientras los gobiernos y los gobernantes
dominicanos se suceden unos a otros en intentos casi concéntricos de regresos
infructuosos o triunfantes, según el caso, y la lucha contra la pobreza nunca
ha dejado de limitarse a sencillas escaramuzas, en las que los proyectiles han
demostrado ser de corto alcance y de impacto superficial.
Algunas de las
iniciativas que en este sentido propugnó el discurso de investidura del
mandatario Danilo Medina coinciden también con muchos de los criterios
expresados por Tahira Vargas, quien considera que "las inversiones deben
ir dirigidas a la educación, al sector agropecuario, al desarrollo de programas
de empleo que se enfoquen en las poblaciones vulnerables desde el territorio,
que generen producción, y que multiplique las alternativas para la población
joven y las mujeres".
Estas políticas de
inversión en el desarrollo productivo no pueden dejar de manifestarse como un
estímulo al aprendizaje y a la innovación que sirvan de base, sin elusión
posible, a la generación de empleos de calidad.
No estaría de más
advertir ahora, que la anunciada pretensión del presidente recién instalado
presidente de la República, Danilo Medina, de llevar un millón y medio de
personas de la pobreza a la clase media, supera con mucho el número de personas
que dejaron de engrosar las cifras de la pobreza durante los ocho años de los
gobiernos sucesivos del expresidente Leonel Fernández: 351,474.
Pero este pueblo no
puede permitirse perder la esperanza, y si el presidente Medina decide
enfrentar este reto de siempre ante la República Dominicana, el machete de
inversiones y esfuerzos políticos que puede cortar el círculo vicioso de las
imbricaciones de la pobreza con la falta de educación, la ausencia de
oportunidades, el desempleo y el poco acceso a los servicios de salud y la
seguridad social, ahora está en sus manos. ¿Lo blandirá de una vez por todas o
seguirá guiando un gobierno más que se estrella sin rumbo y sin brújula contra
el arrecife social de la pobreza?